Dios se revela a sí mismo como una "familia" ―Padre, Hijo y Espíritu Santo―, una comunión de personas.
por Joseph D. White, Ph.D.
La familia es el centro de nuestra fe católica. Dios se revela a sí mismo como una "familia" ―Padre, Hijo y Espíritu Santo―, una comunión de personas. Creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó. (Génesis 1, 26-27; CIC 2205). Hemos sido creados para estar en comunión unos con otros. Jesús revela a Dios como un Padre que ama y cuida de sus hijos. La Iglesia se nos revela como una familia a la que somos adoptados por Dios y por la cual somos hermanos y hermanas unos con otros (Gálatas 4, 4-5). La relación de Jesús con la Iglesia se presenta en la Sagrada Escritura como un matrimonio, con Jesús como el novio y la Iglesia, su esposa.
La familia también tiene un lugar privilegiado en la catequesis. El Catecismo afirma que "los padres reciben la responsabilidad de evangelizar a sus hijos" y los llama los "primeros anunciadores de la fe" (2225). A la familia se le llama "iglesia doméstica", la iglesia de la casa (CIC, 2224).
Hoy en día, los catequistas enfrentan varios retos con respecto a la participación de la familia. Estos desafíos incluyen horarios colmados de actividades y una atención dividida. Un estudio de la Universidad de Michigan mostró una disminución sorprendente en la cantidad de tiempo que se dedica exclusivamente a la conversación familiar, una disminución del 33% en las familias que comen la cena juntas y una reducción del 28% en las vacaciones familiares. En el mismo período, se duplicó la cantidad de tiempo que los niños dedicaron a deportes estructurados y se quintuplicaron los pasatiempos pasivos. Más recientemente, un estudio realizado por el Centro Annenberg para el Futuro Digital de la Universidad del Sur de California mostró que el 28% de los estadounidenses dicen que están pasando menos tiempo con sus familias que en el año anterior, aumento que parece estar directamente relacionado con la participación creciente en medios digitales, tales como Facebook, Twitter y sitios de Internet.
Otro desafío para la participación de la familia es la creciente secularización de la sociedad moderna, que conduce a una compartimentación de la fe y la hace ver como una actividad extracurricular y no como un aspecto central de la vida del individuo capaz de afectar su entorno. Un tercer desafío es el hecho de que muchos adultos no están bien formados en su fe debido a una catequesis incompleta o inadecuada o a creer que "la confirmación es la graduación", estancando así el proceso de formación de fe en su vida de adulto. Como consecuencia, estos adultos pueden carecer de la confianza y/o el conocimiento para guiar a sus familias en la fe. Por último, existe un miedo cultural hacia el compromiso, probablemente debido al ajetreo de la vida moderna ―una lucha contra cualquier responsabilidad adicional.